JUAN DE JÁUREGUI.
(1583-1641).
A UN NAVÍO DESTROZADO.18
Este bajel inútil, seco y roto,
tan despreciado ya del agua y viento,
vio indiferente el vasto movimiento
del proceloso mar, del Euro y Noto.
Soberbio al golfo, humilde a su piloto,
y del rico metal siempre sediento,
trajo sus minas al ibero asiento,
habidas en el índice remoto.
Ausente yace de la selva cara,
do el verde ornato conservar pudiera,
mejor que pudo cargas de tesoro.
Así quien sigue la codicia avara,
tal vez mezquino muere en extranjera
provincia, falto de consuelo y oro.
AL SOL AMANECIENDO
Rubio planeta, cuya lumbre pura
del tiempo mide cada punto y hora,
si el bello objeto que mi pecho adora
sólo le gozo entre la noche oscura,
¿por qué ya se adelanta y se apresura
tu luz injusta y el Oriente dora,
las sombras alejando de la Aurora,
y, con las sombras, mi feliz ventura?
Dirás que, el dulce espacio defraudado
ya de la noche, me darás el día,
tal que de vida un punto no me debas.
Sí debes, causa del ausencia mía:
que es vida sólo el tiempo que me llevas,
y el que me ofreces un mortal cuidado.
A UNA MUJER A QUIEN
UN HOMBRE, NO PUDIENDO GOZARLA VIVA,
MATÓ A PUÑALADAS PARA
GOZARLA MUERTA.
Por leve una firmeza la arrogancia
quiso rendir de un sátiro villano,
como si no tuviera el ser humano
firmeza que burlase a la inconstancia.
La que infinita conoció distancia
desde el deseo al logro, este tirano
en Filis abrevió sangrienta mano,
porque inmortal no fuese su constancia.
Mas desmintió el cadáver victorioso
al bárbaro dos veces homicida:
si la torpeza no, el ser inconstante.
Pues en despojo yace tan glorioso
quien cediendo al honor tan digna vida
dejó de ser mujer, por ser constante.
A LA EDAD DEL AÑO
De verdes ramas y de frescas flores
vistió la tierra en su niñez infante
el virgen seno, y suy vivaz semblante
ornó de mil guirnaldas de colores.
Joven después, en plácidos amores
gozando al cielo su amador constante,
de las entrañas, como tierra amante,
de suspiros en vez, lanzó vapores.
Mil frutos de sazón, el vientre abierto,
luego produjo al puro viento ufana,
bronca, pero la faz mostrando y ruda.
Hoy arrugado en su vejez el yerto
rostro, la vemos, y de nieves cana:
todo la edad lo descompone y muda.
Si en el amado pecho más constante
teme el olvido el amador ausente,
porque en la ausencia el tiempo no consiente
memoria o voluntad perseverante;
yo, que en presencia (miserable amante)
no fui correspondido, y al presente
mi ausencia Filis no recela o siente,
¿qué olvido espero a su rigor bastante?
Esta imaginación, al alma asida,
mil muertes puede darme, y yo con ella
ser puedo a mis tormentos homicida.
Mas, como agradan a su causa bella
tanto mis males, me reserva en vida:
que es mayor el mal que lo será el perdella.
UN AMANTE, ABRASANDO
LAS PRENDAS DE SU DAMA
Pasó la primavera y el verano
de mi esperanza, y el agravio mío
en la estéril sazón del seco estío
entrega estos despojos a Vulcano.
Bien que el sagaz amor intenta en vano
oponer al incendio un hielo frío,
donde el turbado pecho pierde el brío
y se entorpece la cobarde mano.
Mas la razón, que mi derecho ampara,
quiero fomente el fuego merecido:
reliquias mueran de memorias mías.
Y el desengaño (como fénix rara),
que estuvo de mi llama consumido,
vivo renazca entre cenizas frías.
La Palestra de Euterpe.